REVELACIÓN
Cuando tenía trece años en el centro de mi corazón habitaba un amor que en mi mente bullía. Diamante tú, más blanca que las flores blancas, más pura que la luz cuando se desprende de la noche. Si te miro eres un sueño, agua pura si me acerco y logro tocar tu mano. Nunca me dejes, mírame, te necesito como el meticuloso mar necesita de la playa, ¿no ves que vivo por ti y cada célula de mi cuerpo lleva impresa la gracia de tu gesto?
Os cuento en qué consistió esto que llamo revelación para que nadie dude que en mí había un sentimiento poderoso, algo que lograba hacer de cada mañana un rincón del universo. Sin ti los árboles perderían sus flores aunque fuese primavera, le decía, tu sonrisa vuelve al mundo transparente y cantan los pájaros sólo porque tú existes. Ella siempre miraba al suelo y nunca respondía. En tus labios encontraré la paz, tus pechos contienen mis ansias, alegras mi corazón que es tu mismo corazón, los dos latiendo juntos. ¿Por qué no me miras?
Aquel silencio creaba en mí una angustia. Repicarán las campanas del cielo para ti pues tu amor apaga mi tristeza, por ti todo será claro y quieto el día que me mires y digas que me amas y habrá un milagro en el cielo cuando me beses, extraña amiga, porque vivo enamorado y tú eres mi esperanza.
¡Oh, si la vida dormida continuase así siempre¡ Me estremezco al recordarla, al verla tan cerca ahora que viene a buscarme con la fuerza de un río que se despeña y la que respiraba inocente se agita como un toro.
En este instante ella abre mis párpados a la rosa para que no me niegue a saber, endurece sus silencios pues tiene la llave de la luna y las noches le pertenecen. Por eso aquí, cuando más le imploro diciendo que no quiero saber, me mira fijamente a los ojos y sonríe. Calientes fueron nuestros sueños, mi amigo, susurra en mi oído, ¿te acuerdas? Soy yo y entonces hasta la luz parecía perfecta y el paisaje íntimo hizo que me enamorase de ti y también te amara. Pero, ya ves, el amor nunca pasa de ser una promesa que el viento arrastra, no existen los milagros para aquel joven de trece años, el niño guapo que a mi lado se levantaba y cantaba pidiéndome un beso.
Tu sonrisa era el paraíso, Guillermo, lo juro.
Me oyes todavía, ¿verdad? Sé que puedes oirme entres estos malditos tubos. A pesar del terror que veo en tus ojos he venido para decirte que te amo y no me canso de mirarte.
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