Leí en voz alta el libro que me regalaste: "Si nunca fuego con fuego se apaga / y jamás un río se secó con la lluvia..." Pero yo nunca seré feliz, respondiste, a pesar de ti y de Petrarca, tan imperfecta me siento que ni siquiera tú podrás salvarme, ¿no ves cómo se lleva el tiempo nuestra esperanza? Hacia afuera conviene que disimulemos, amigo, porque ciertas cosas no deben contarse; ya ves, pasan rápidos los días, los años, los débiles años del amor corren veloces y no podemos hacer nada. Regresa con tu mujer, vuelve con ella y si alguna vez te pregunta por mí dile que no hubo nada entre nosotros porque éramos tan distintos. Vuelve, es posible que alguna vez me recuerdes y recites de nuevo estos versos de Petrarca. Qué importará, entonces, si hubo un hombre joven parecido a ti y una mujer que se pareciera a mí y se amaron. Para nosotros ha llegado el tiempo donde concluyen los pasos.
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